domingo, 28 de febrero de 2010

QUISE ACARICIAR

Quise acariciar la noche
cuando la noche era el silencio
quebrado de mis manos naciendo.

No supe de ti hasta escribir tu nombre
No pude imaginarte
hasta que construí tu cuerpo sobre la arena.

Eres aquel hombre que me encontró en la carretera
y quiso dibujarme;
aquél que dio vida a un hogar inventado
en mitad de Madrid;
el que escribe el miedo con sangre, arterias, huesos.

Me dejo acariciar por tu voz y el mundo cambia de color.
Tu rostro de aristas es una piel ardiente de besos;
la sequedad de tu boca,
fuente donde beben las alondras.

Poeta de ágiles manos
galopando
esa mujer
inaccesible y bella,
la poesía.

Cruz González Cardeñosa
De "Cortina de humo", 2003

martes, 23 de febrero de 2010

ESCRIBO

Hoy no me dejan jugar con las letras.
Las manos hablan pero no puedo seguirlas.
Ellas mantienen la entereza cuando la arrolladora verdad
surca los espacios disecados, abrocha maleables senderos,
arrastra el miedo de los hombres al amor.

Serpientes oceánicas -dijo el poeta.
Y las serpientes se dieron cita en un poema.

Respiro los rescoldos de una nube pasajera,
cansancio de días, de las horas en que un decir murió.
Me despido desde el fondo de los espejos,
desde lo profundo del mar.

Aprisionada silueta entre los pechos de un decir urbano,
detengo mi palabra ante el vacío y escribo.

"Vertiente oceánica" ¡Es el poeta de nuevo!
aquel poeta cuyos versos abrieron
el horizonte brumoso del destino.

Desciendo hasta los ecos silenciosos donde todo es azul,
incluso este decir de volcanes y nieves,
de noches con sus quehaceres cotidianos.

Cruz González Cardeñosa
De "Letras de fuego", 1998

domingo, 14 de febrero de 2010

VEINTE MÁS UNO...




A Víctor en su 21 cumpleaños

Libros, cuadros, poemas,

películas, obras de teatro,

canciones, años.

Joven, con algo de mundo,

tiempos pasados y

tiempo por venir.

Dejo en tus manos las riendas de tu vida,

en tus labios

palabras para el amor y para las despedidas.

Descubro los velos de la muerte

y le escribo un poema.

Arreglo mis cabellos, mis dientes,

el brillo de mis ojos

cuando el amor me llama

y camino ligera.

El mundo que habito me nombra,

pone sobre mi desnudez un tiempo,

viste de colores los próximos pasos.

Estoy aquí, al otro lado,

donde las letras llevan música

y al dolor se le pone palabras.

Adiós, pequeño niño.

Adiós, madre perfecta.

Nos encontramos en un poema.

Tú, construyendo una vida posible para ti.

Yo, siguiendo mi camino intransitable:

escribiendo algún verso,

pintando algún cuadro,

participando en alguna película,

trabajando para que todo ello sea posible.

El mundo es grande

hay lugar para todos.

Cruz González Cardeñosa
Madrid, 1 de febrero de 2010