sábado, 28 de febrero de 2009

Poesía. "La reina" de Raúl Gustavo Aguirre

LA REINA

Desde la playa de mi sexo
yo te saludo, reina
de la noche y el día.

Sin ti mis fuegos nada queman.
Sin ti mis signos nada indican.
Sin ti mis construcciones me ahogarían.

Yo te saludo, reina
de lo absurdo. Y te hablo
y te amo y te asesino.

RAÚL GUSTAVO AGUIRRE
(Argentina-1927)

martes, 24 de febrero de 2009

Poesía. "Las ciudades" de Vicente Huidobro

LAS CIUDADES

En las ciudades
La gente habla
Habla
Pero nadie dice nada

La tierra desnuda gira todavía
Y hasta las piedras gritan

Soldados vestidos de nubes azules
El cielo envejece entre las manos
Y la canción en la trincheras

Los trenes se alejan sobre cuerdas paralelas

En todas las estaciones se llora

El primer muerto fue un poeta
Un pájaro escapó de su herida

El aeroplano blanco de nieve
Gruñe entre las palomas del atardecer

Un día
se ha perdido en el humo de los cigarros

Nublados del cielo
Nublados de las fábricas

Es un espejismo

Las heridas de los aviadores sangran en todas las estrellas
Un grito de angustia
Se ahogó en la bruma
Y un niño arrodillado
Alza las manos

TODAS LAS MADRES DEL MUNDO LLORAN

VICENTE HUIDOBRO
(Chile, 1893)
Del libro "Hallalí", 1918

lunes, 23 de febrero de 2009

Poesía. "Certidumbre" de Miguel Oscar Menassa



CERTIDUMBRE

Puedo ponerme triste
por aquello que nos diferencia
y aquello que nos une.

Me identifico:
Soy un hombre del sur
Parado
los vientos cálidos pasan por mi cabeza
y los fríos
por mis pies.
Mis genitales miran hacia oriente
donde nació mi padre
donde crecen los linos
donde el amor -me dicen- y los ríos
son parecidos en el color y la frescura.

Conozco de los pasos hacia adelante
y de los pasos hacia atrás
de las peligrosas caídas
y de los saltos hacia el cielo.

Tengo
ciertas costumbres extranjeras
en mi país,

hago el amor y sueño.

MIGUEL OSCAR MENASSA
Del libro "Yo pecador", 1975

jueves, 19 de febrero de 2009

Poesía. "No estoy solo" de Rainer María Rilke

NO ESTOY SOLO…

Jamás estoy solo.
Los que vivieron antes que yo
y de mi huyeron
construyeron,
construyeron
lo que soy.
Y si a tu lado me siento
y suavemente te digo: sufro
¿me oyes?
Alguien, no sé quién
lo murmurará conmigo.

RAINER MARIA RILKE
(Praga-1875)
De “Primeras poesías ”

lunes, 16 de febrero de 2009

Poesía. "El cuerpo deshabitado" de Rafael Alberti

EL CUERPO DESHABITADO
5

Dándose contra los quicios,
contra los árboles.

La luz no le ve, ni el viento,
ni los cristales.
Ya, ni los cristales.

No conoce las ciudades.
No las recuerda.
Va muerto.
Muerto, de pie, por las calles.

No le preguntéis. ¡Prendedle!
No, dejadle.

Sin ojos, sin voz, sin sombra.
Ya, sin sombra.
Invisible para el mundo,
para nadie.

RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De "Sobre los Ángeles"

domingo, 15 de febrero de 2009

Poesía. "Buscarte en mí" de Santa Teresa de Jesús

"Esta pelea infinita" de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 50x50 cm.

BÚSCATE EN MÍ

Alma, buscarte has en Mí,
y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor,
alma, en Mí te retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada
hermosa, bella y así
en mis entrañas pintada;
si te perdieres, mi amada,
alma, buscarte has en Mí.

Que Yo sé que te hallarás
en mi pecho retratada,
que si te ves, te holgarás,
viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
no antes de aquí para allí.
Si no, si hallarme quisieres,
a Mí buscarme has en ti.

Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así llamo en cualquier tiempo,
si hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme,
porque para hallarme a Mí
bastará sólo llamarme;
que a ti iré sin tardarme,
y a Mí buscarme has en ti.

SANTA TERESA DE JESÚS
(España-1515)

viernes, 13 de febrero de 2009

Poesía. "Hoy le ha entrado una astilla..." de César Vallejo

HOY LE HA ENTRADO UNA ASTILLA...

Hoy le ha entrado una astilla.
Hoy le ha entrado una astilla cerca, dándole
cerca, fuerte, en su modo
de ser y en su centavo ya famoso.
Le ha dolido la suerte mucho,
todo;
le ha dolido la puerta,
le ha dolido la faja, dándole
sed, aflixión

y sed del vaso pero no del vino.
Hoy le salió a la pobre vecina del aire,
a escondidas, humareda de su dogma;
hoy le ha entrado una astilla.

La inmensidad persíguela
a distancia superficial, a un vasto eslabonazo.
Hoy le salió a la pobre vecina del viento,
en la mejilla, norte, y en la mejilla, oriente;
hoy le ha entrado una astilla.

¿Quién comprará, en los días perecederos, ásperos,
un pedacito de café con leche,
y quién, sin ella, bajará a su rastro hasta dar luz?
¿Quién será, luego, sábado, a las siete?
¡Tristes son las astillas que le entran
a uno,
exactamente ahí precisamente!
Hoy le entró a la pobre vecina de viaje,
una llama apagada en el oráculo;
hoy le ha entrado una astilla.

Le ha dolido el dolor, el dolor joven,
el dolor niño, el dolorazo, dándole
en las manos
y dándole sed, aflicción
y sed del vaso, pero no del vino.
¡La pobre pobrecita!

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)

lunes, 9 de febrero de 2009

Poesía. "Mujer en su ventana" de Olga Orozco

MUJER EN SU VENTANA

Ella está sumergida en su ventana
contemplando las brasas del anochecer, posible todavía.
Todo fue consumado en su destino, definitivamente inalterable desde ahora
como el mar en un cuadro,
y sin embargo el cielo continúa pasando con sus angelicales procesiones.
Ningún pato salvaje interrumpió su vuelo hacia el oeste;
allá lejos seguirán floreciendo los ciruelos, blancos, como si nada,
y alguien en cualquier parte levantará su casa
sobre el polvo y el humo de otra casa.
Inhóspito este mundo.
Áspero este lugar de nunca más.
Por una fisura del corazón sale un pájaro negro y es la noche
-¿o acaso será un dios que cae agonizando sobre el mundo?-,
pero nadie lo ha visto, nadie sabe,
ni el que se va creyendo que de los lazos rotos nacen preciosas alas,
los instantáneos nudos del azar, la inmortal aventura,
aunque cada pisada clausure con un sello todos los paraísos prometidos.
Ella oyó en cada paso la condena.
Y ahora ya no es más que una remota, inmóvil mujer en su ventana,
la simple arquitectura de la sombra asilada en su piel,
como si alguna vez una frontera, un muro, un silencio, un adiós,
hubieran sido el verdadero límite,
el abismo final entre una mujer y un hombre.

OLGA OROZCO
(Argentina-1920)
De "Con esta boca, en este mundo"

viernes, 6 de febrero de 2009

Poesía. "Adiós Cultura Mi Señora" del libro "La patria del poeta" de Miguel Oscar Menassa

ADIÓS
CULTURA
MI SEÑORA

Cuando pequeño escuchaba hablar a los mayores:

Ella, un día, abriría sus puertas,
para que yo entrara, por fin, a la vida.
Joven príncipe entrando al palacio que le corresponde.

Yo crecía
y mis amigos crecían
y todo era esperanza.

Estábamos aniquilados por una ilusión:

Ella un día abriría sus piernas, sus puertas, sus ventanas
y nosotros entraríamos en ELLA como ELLA en nosotros
y, en ese instante, el reino de los cielos en la tierra,
sería la cultura.

Con el tiempo, esperando y haciendo nuestras cosas,
-esperando de día, haciendo nuestras cosas por la noche-
fuimos transformando todas las ilusiones en banderas.

Salimos a la calle para gritar:

¡la cultura es nuestra!

¡la poesía al pueblo!

¡la mujer a la poesía!

Gritábamos de todo, después,
percibimos los aullidos de Hiroshima,
empobreciendo cualquier dolor.
Dejamos de gritar.
Con los dientes apretados,
con una palpitación interior, increíble,
como si la vida fuera eso, apretar los dientes.

En la quietud de ese silencio pasaron años.

Éramos empecinados, amábamos con fervor las ilusiones
y esa pasión entre los hielos,
fuego brutal que aún me sobrevive
y canta en el propio centro del silencio mortal,
-que me sobrecoge para matarme-
una canción,
última entre tus brazos.

Adiós,
viejo deleite cuando niño
y pensaba llegar a las estrellas.
Mi señora, guardaré en mi corazón las huellas
de haber hecho el amor con usted y algún día,
no me lo perdonarán y, sin embargo, me confieso:

Yo fui feliz entre sus carnes de violetas

Cuántas veces un soneto hizo estallar mi corazón de porvenir.

Cuántas veces la armonía, la perfecta armonía, vuestro Dios,
hizo que de mis ojos cayera una lágrima.

Y acunando a mis hijos,
supe recitar, acompasadamente,
de los grandes poetas, los mejores versos.

Y viajé por las sílabas buscando la longitud exacta de la noche.

Y calculé el destino de una vocal durante años.

Y me até a las palabras.

Y viví maniatado entre las hojas de los libros.

De seguir por ese camino me tocaba la gloria,
más, una tarde, inexplicablemente, comencé a crecer.

Las palabras no cabían en las frases.
Las frases se caían de la página.

Mis sentimientos agrandaban el corazón del mundo peligrosamente.

Y al caminar,
tropezaba con las palabras
y caía.

Una
y otra vez.

Y las palabras se metían por mis ojos abiertos
y me dejaban ciego, y ahí,
precisamente, vacío de negruras,
transparencia donde la blancura hace pensar en el infierno,
la Poesía me tendió su mano y en esa algarabía,
-borrachos de habernos encontrado-
rompimos,
trastabillando juntos, todas las barreras.

Ella deformó su ser en el encuentro
y yo,
entregué mi vida en el adiós.




Recita el autor, 1988