martes, 30 de enero de 2018

Enrique Molina: A partir de cero


Entrevista: Fernando Loustaunau y Javier Barreiro Cavestany

El 13 de noviembre de 1997, a los 86 años de edad, falleció en Buenos Aires el poeta argentino Enrique Molina (1910), uno de los autores latinoamericanos más destacados de nuestro siglo. En esta entrevista que Javier Barreiro y Fernando Lostaunau sostuvieron con él en 1987, Molina conversa sobre su predilección por los caminos de Baudelaire, el panorama cultural de los años cincuenta, el sentido de las vanguardias, el surrealismo y la poesía Argentina moderna.

FL/JBC - En 1952 usted funda, con Aldo Pellegrini, la revista “A partir de cero”. ¿A qué necesidades respondía ese proyecto?

EM - Yo creo que la aventura de “A partir de cero” fue muy importante y, al mismo tiempo, bastante íntima, porque si bien en América hubo influencias surrealistas, no hubo verdaderos grupos de acción. Excepto en Chile: Mandrágora sí era más coherente y trataba de hacer intervenciones, como la famosa anécdota de Braulio Arenas, que rompió el discurso de Neruda en un teatro, y escándalos por el estilo.

Antes, Pellegrini había fundado otra publicación “Qué” con un matiz surrealista. Alrededor de ese proyecto nació un entusiasmo que nos llevó a tener un contacto más profundo con los surrealistas. Yo creo que ningún poeta puede dejar de querer al surrealismo. De algún modo es la encarnación de un mito de la poesía, que perdura y le da un sentido muy especial a la tarea del poeta. Porque no se trata de una escuela literaria, sino de una concepción total del hombre y del universo: un humanismo poético, en cuyo centro está el hombre, no la divinidad, proyectado hacia lo absoluto, con todos los poderes implícitos en su condición.

FL/JBC -¿Dónde radicaba la novedad de la propuesta?

EM - No sé si podemos hablar de un nuevo sentido de vanguardia. Porque si bien la vanguardia ya existía, en América, después del modernismo, el ultraísmo y el creacionismo de Huidobro, había un sentido de ruptura. Lo novedoso de nuestra propuesta quizás haya sido extremar ese sentido de vanguardia. Porque no se trataba de una forma o concepción del hecho poético, sino de la vida, del hombre, de los valores en juego: el poder del inconsciente, de la escritura automática, de la identificación del amor, la libertad y la poesía como única expresión válida. En fin, un sueño bastante prometeico que se fue disolviendo solo.

A diferencia de la mayoría de las revistas literarias, que son como antologías sin un carácter muy definido, A partir de cero tenía, o pretendía tener, un carácter más riguroso, con una toma de partido ético y hasta ideológico. Nunca llegamos, por suerte, a tener un sentido ortodoxo en relación al lenguaje.

Yo sigo creyendo en el surrealismo, pero no creo en la cosa formal, que se ha transformado un poco en una retórica. Se imita la escritura automática, la forma y las imágenes surreales, pero yo creo que el poema es un campo cerrado, neto, de tensiones y de lucidez. No es una cosa interminable, como sería la pretensión del automatismo. Además, si uno piensa, los frutos literarios que ha dado no han sido grandes. Como hipótesis es interesante, pero el inconsciente no es todo el hombre.

FL/JBC - Durante la sucesión de dictaduras que constelaron la historia argentina, ¿cómo fue vivido el postulado surrealista que proponía unir el ``cambiar el mundo'' marxista en el ``cambiar la vida'' de Rimbaud?

EM - No había una actitud política uniforme como en el grupo francés, que participó con proclamas y declaraciones ideológicas, y hasta con afiliaciones al Partido Comunista. O las relaciones de Breton con Trotsky y las tomas de partido ante la cuestión argelina. Yo creo que la Argentina ha sido siempre un país lleno de hechos surrealistas, pero nunca se les adscribió un significado político.

FL/JBC - ¿En qué medida la figura de Lautréamont incidió en ese movimiento poético?

EM - Creo que su influencia en el surrealismo fue enorme: todo el poder de la imaginación, el poder blasfematorio, de liberación absoluta, de belleza formal, y una metáfora completamente distinta. Pero en realidad, no se le tuvo en cuenta como poeta rioplatense. Sí, claro, sentimos el orgullo de su cercanía. Como ustedes saben, hay una hermosa traducción de Pellegrini de Los Cantos de Maldoror y el psicoanalista Pichon-Riviére hizo una serie de investigaciones sumamente interesantes, donde sugiere que el sitio de Montevideo (durante la Guerra Grande) habría incidido en la formación de Lautréamont.

Está también Laforgue, otro franco-uruguayo, un poeta importantísimo. Y sin embargo, en Argentina tampoco se le ha prestado demasiada atención. Y eso que tenemos a Lugones, que es un poeta absolutamente laforguiano.

Es curioso que haya poetas europeos, como Aimé Cesaire y Saint-John Perse -nacidos en el Caribe-, en los que sí se siente la fuerza del trópico, el espacio americano, aunque escriben en francés. Y tal vez haya algo en Lautréamont de haber sublimado en su obra la violencia de ese momento tremendo de la historia rioplatense.

FL/JBC - Desde Las cosas y el delirio hasta Los últimos soles vibra en su obra ese ``estado de furor'' expresado en uno de sus poemas. ¿Cómo se cuida un poeta para no ser un corrupto?

EM - Yo creo que la poesía es una forma de vida. Dentro de una sociedad siempre opresiva, de estructuras morales rígidas, consumista, donde los únicos valores parecen ser los del poder, a través del dinero y de las influencias políticas, el poeta persigue otra cosa: la realización total del ser a través de la poesía. Y aunque ésta no tenga la difusión que merece, va a llegar siempre a quien tenga que llegar. Aunque sea el último ser, en el sitio más remoto, si la necesita, le va a llegar.

Yo no he tenido una vida rigurosa. De muchacho he navegado y vivido en varios lugares del mundo. No sé muy bien de qué he vivido. Parecería que el poeta tuviese siempre que disculparse, si trabaja o si tiene hijos. Como si tuviese que vivir caminando por el techo, como las moscas.

Además, uno ya está comprometido con todo su ser en la poesía, más allá casi de la voluntad. Yo soy más bien solitario, tímido. No he tenido una actuación pública. A veces le digo a mi mujer que soy un desastre, porque no consigo capitalizar mi experiencia. Siempre estoy a partir de cero, cometiendo los mismos errores.

FL/JBC - ¿Es acaso esa misma ``torpeza'' para desenvolverse en la vida cotidiana lo que hace posible la dimensión poética?

EM - Puede ser. Aunque sea una sensación subjetiva, vivo la vida con pasión. Creo que el poeta es alguien que tiene un sentimiento exaltado de la existencia. Yo tengo un cierto pánico. Lo digo en un texto (``La bella pasajera'') en el que la vida y la muerte no son poderes enemigos. La condición humana es tan absurda, entre una nada y otra, y el misterio de ese hecho. Por eso para mí, cada instante de la vida es un instante de la muerte. Tengo ese sentido un poco animista del mundo. Para mi toda la realidad parece un poco sacralizada. Por eso me gusta mucho el Brasil. Qué país extraño. Tan violento, tan cruel, y sin embargo no existe el sentimiento de la muerte. Hay una religiosidad muy particular. Pese al catolicismo oficial, existe un imperialismo mágico brasileño que se está expandiendo por toda Sudamérica: el culto Umbanda. Aquí, en Buenos Aires, está lleno de terreiros...

FL/JBC - ¿Qué relación existe entre obra y experiencia poética? ¿Son inseparables?

EM - Yo siento que hay ciertos poetas que acentúan el aspecto intelectual de la poesía. De manera lúcida, despojada, casi totalmente mental. La Argentina, específicamente, ha dado ese intelectualismo que no hay en otros países de América. Podría hablar de Juarroz, de Girri, del mismo Borges.

FL/JBC - ¿Y Lugones?

EM - Creo que Lugones es más animalesco. Tiene otra fuerza. No se pone tan lúcidamente sobre el concepto. Considero que la poesía no tiene que dividir al hombre en intelectual o inconsciente, sino conservar la integridad del ser. La poesía tiene que nacer, no de ideas intelectuales sino de vivencias profundas.

Volviendo sobre la escritura automática, a veces me parece que es una aventura en el lenguaje, pero fuera de las circunstancias existenciales del poeta. Hay dos caminos en la poesía: uno es Baudelaire y el otro es Mallarmé.

FL/JBC - ¿Y usted con cuál se identifica?

EM - Con Baudelaire, naturalmente.
Suplemento La Jornada Semanal, 16 de febrero de 1997
Banda Hispánica
http://www.jornaldepoesia.jor.br/bh8molina.htm

"UNA MUJER INOLVIDABLE" de Alejandra Menassa


Esto va por ti, alzo mi copa llena de besos,
y brindo por la belleza de tu nombre.
Mujer hacedora, junto a él, de pan, de versos y de hijos....
Tú, que te llamas Hipatia, tu padre, Teón,
rechazando creencias de la época,
te hizo ciudadana de la polis,
derecho exclusivo del otro sexo,
confió en tu inteligencia
y te ayudo a encontrar tu órbita
en las ciencias de los astros y los números,
un camino que abrirías tú también para otros,
porque el que tiene un saber y no lo dona,
en él se pudre, y se fermenta, y sus larvas devoran corazones.
Como pago, fuiste golpeada hasta la muerte,
una mártir más, como tantas,
por nada, por mujer sabia, algo que debe de estar
muy cerca del demonio
para la mente enferma y reaccionaria.
Tú que te llamas Christine de Pizan,
la oscura Edad Media se iluminó
con tu Ciudad de damas,
luchaste porque esa luz de lo femenino
brillara en todo su esplendor.
Heriste de muerte al amor cortés,
Y en la Querella, la inteligencia de ella
se midió con la de él, y después de haberse
dejado vencer tantos años…, hicieron tablas.
Tú que te llamas James Barry,
lampiño de agudo timbre de la armada inglesa.
Tus manos laboriosas de insigne cirujano,
develaron el misterio de nacer por cesárea,
y cuando te enterraron, tus papeles decían:
Margaret Ann Bulkley, y todos se asombraron,
ocultando el secreto, y signando tu lápida con
un nombre de varón: James,
pues se debía seguir manteniendo la falacia
de que las descendientes de Eva no estaban
capacitadas para el ejercicio de la medicina.
Tú que te llamas Marie Curie,
un alud de isótopos radiactivos
no hubiera superado tu refulgir.
No sólo fuiste la primera mujer Nobel,
sino que, por si quedaban dudas,
repetiste, hazaña que ningún hombre ha podido emular.
La física y la Química fueron la casa
En la que creció tu perspicacia.
Tu esposo, que urdía contigo magníficos
experimentos, obtuvo su Cátedra en París,
a ti te la negaron, obtusos comensales
de viejos prejuicios apolillados,
no les bastó ni el Nobel para obviar tu sexo.
Alice Guy,
¿Quién no recuerda a los Lumière,
Ellos inventaron el primer proyector,
pero no fue suya la primera película,
fue la dulce Alice la de la idea,
pero ¿para qué decírselo al mundo?
muchas de sus obras, las firmó
su ayudante, un varón de cuyo nombre
no me acuerdo, en las Historias del cine,
omitida en las más,
porque ¿cómo iba a ser pionera del cine una mujer?
Ada Byron, tu madre te alejó de la poesía,
hija de universal poeta maldito, por amor a tu padre,
descubriste la poesía de la matemática,
de tus manos laboriosas,
nació el primer hardware,
la informática moderna es hija de tu ciencia.
Pero ¿quién te conoce?
había que silenciar el femenil ingenio,
como estas tantas, tantas…,
y cada una, cada día, voz silenciada,
grita más alto, escribe más alto,
deja intensa, la huella de tu paso:
¡Es un pie de mujer! ¡Grita bien alto!

 

jueves, 14 de abril de 2016

CARTA A MÍ MISMA EN MI 57 CUMPLEAÑOS


Es preciso escribir, me digo,
preciso dejar que las letras
digan por mí lo que yo
no me animo a decir.

Estoy un poco más vieja,
no tan vieja como mi madre
ni como las viejas
que nos imaginamos
cuando decimos la palabra vieja.

Sólo que ya
no soy tan joven
como cuando tenía
otra edad.

No todo es la edad
y me doy cuenta
que vivo en otro mundo
y eso no sé
si es bueno o es malo.

Es, simplemente, otra edad.
Una edad en la que te sientes bien,
cuando las circunstancias lo permiten,
y puedes caminar con soltura,
y hasta correr (un rato, suavemente)
o saltar (a cierta distancia).

Una edad,
en la que una mujer,
yo, por ejemplo,
no sabe muy bien qué hacer.

Porque siempre hay mucho trabajo
y poco tiempo libre
y, además, los compañeros
están muy ocupados
en crecer y cambiar el mundo
y los amigos, son amigos
en alguna frase, en ese saber
que el otro está ahí y eso es importante.

Los padres envejecieron
como para no querer saber
de muchas cosas
y los hijos crecieron
como para ir haciendo su vida
que ya tienen una edad
y algunos deseos.

Y volvemos
a qué hace una mujer de 57 años
que no sabe qué camino ha de seguir
de ahora en adelante.

Para lo que creía servir,
no sirvo
lo que nunca había hecho
parece
que no se me da mal
pero no da de comer.

Estoy en una encrucijada
 y no sé qué hacer.

Seguir trabajando
eso no se cuestiona.

Seguir estudiando
mientras sea posible.

Seguir escribiendo,
eso no se cuestiona.

Seguir haciendo el amor
mientras las circunstancias
lo permitan.

57 años es una edad
que me puso contenta
y cuando llegaron
no sé qué hacer
con esa edad.

Un odio por las jóvenes
a las que achaco
que me quitaron algo
que yo tenía,
un hombre.

Y resultó
que el hombre estaba en mí
y era un hombre vacío
lleno de extravagancias
de miedos
de dolor.

Tendría que poder reconocer
que no fue sencillo cumplir
cincuenta y siete años
y que en el camino
hubo poesía,
y algo de psicoanálisis
que descubrí el amor
y que al dolor
le puse unas palabras
que lo hicieron
dolor humano.

Es como si no pudiese acercarme
a algún lugar desde donde
poder decir
que, a pesar de todo,
soy feliz.

Estoy contenta de haber elegido este camino
contenta de hablar con tantas personas
tan diferentes entre sí y conmigo
contenta de desear levantarme cada mañana
porque alguien en algún lugar me espera
porque alguna tarea queda por hacer.

A los cincuenta y siete años
pasan cosas
en el cuerpo
que no pasaban a otra edad
y cosas que pasaban
y dejaron de pasar.

Me doy cuenta
de lo cerca que estoy de los sesenta años
y me asombra que hayan pasado tantos años
y no ser una mujer gorda y con el pelo blanco
a pesar de estar tan cerca de esa edad.

Ahora ocurre que no sé
como ir cerrando esta carta
con forma de poema
que aunque no aclaró mucho
la cuestión
me permitirá decir que al menos
una carta escribí
dedicada a esta edad
tan novedosa.

Estoy viva,
eso me sorprende cada vez,
un poco más grande,
a pesar de no darme mucha cuenta
y un poco menos sonriente,
salvo cuando canto.

Eso si que ha sido un descubrimiento,
no sabía que cantar me daba tanta vida.
No sabía que era capaz de disfrutar
leyendo un poema,
que era capaz de escribirlo.

No sabía y sin saber
fui haciendo, y haciendo
algo fui consiguiendo.

Y me da alegría
darme cuenta
que cada poema
es como la primera vez
y eso quiere decir
que hay un lugar
donde no es importante
la edad.

Quiero decir
que siempre será posible
construir nuevas frases
que den paso a los cambios
que haya que ir produciendo,
que toda la dificultad que encontraba
al principio de la carta
debía consistir en pensar los años quietos,
inamovibles
cuando, por el contrario,
me encuentro con que están
llenos de vida
que hay que ir viviendo.

Y va llegando el final,
y eso es lo que más cuesta
si lo estás esperando,
si quieres que sea de una manera,
si no te conformas con que el final llega
y está escrita la carta.

Cruz González Cardeñosa