Entrevista: Fernando Loustaunau y Javier Barreiro
Cavestany
El 13 de noviembre de 1997, a los 86 años de edad, falleció en Buenos Aires
el poeta argentino Enrique Molina (1910), uno de los autores latinoamericanos
más destacados de nuestro siglo. En esta entrevista que Javier Barreiro y
Fernando Lostaunau sostuvieron con él en 1987, Molina conversa sobre su
predilección por los caminos de Baudelaire, el panorama cultural de los años
cincuenta, el sentido de las vanguardias, el surrealismo y la poesía Argentina
moderna.
FL/JBC - En 1952 usted funda, con Aldo Pellegrini, la revista “A partir de cero”. ¿A qué necesidades
respondía ese proyecto?
EM - Yo creo que la aventura de “A
partir de cero” fue muy importante y, al mismo tiempo, bastante íntima,
porque si bien en América hubo influencias surrealistas, no hubo verdaderos
grupos de acción. Excepto en Chile: Mandrágora sí era más coherente y trataba
de hacer intervenciones, como la famosa anécdota de Braulio Arenas, que rompió
el discurso de Neruda en un teatro, y escándalos por el estilo.
Antes, Pellegrini había fundado otra publicación “Qué” con un matiz surrealista. Alrededor de ese proyecto nació un
entusiasmo que nos llevó a tener un contacto más profundo con los surrealistas.
Yo creo que ningún poeta puede dejar de querer al surrealismo. De algún modo es
la encarnación de un mito de la poesía, que perdura y le da un sentido muy
especial a la tarea del poeta. Porque no se trata de una escuela literaria,
sino de una concepción total del hombre y del universo: un humanismo poético,
en cuyo centro está el hombre, no la divinidad, proyectado hacia lo absoluto,
con todos los poderes implícitos en su condición.
FL/JBC -¿Dónde radicaba la novedad de la propuesta?
EM - No sé si podemos hablar de un nuevo sentido de vanguardia. Porque si
bien la vanguardia ya existía, en América, después del modernismo, el ultraísmo
y el creacionismo de Huidobro, había un sentido de ruptura. Lo novedoso de
nuestra propuesta quizás haya sido extremar ese sentido de vanguardia. Porque
no se trataba de una forma o concepción del hecho poético, sino de la vida, del
hombre, de los valores en juego: el poder del inconsciente, de la escritura
automática, de la identificación del amor, la libertad y la poesía como única
expresión válida. En fin, un sueño bastante prometeico que se fue disolviendo
solo.
A diferencia de la mayoría de las revistas literarias, que son como
antologías sin un carácter muy definido, A partir de cero tenía, o pretendía
tener, un carácter más riguroso, con una toma de partido ético y hasta
ideológico. Nunca llegamos, por suerte, a tener un sentido ortodoxo en relación
al lenguaje.
Yo sigo creyendo en el surrealismo, pero no creo en la cosa formal, que se
ha transformado un poco en una retórica. Se imita la escritura automática, la
forma y las imágenes surreales, pero yo creo que el poema es un campo cerrado,
neto, de tensiones y de lucidez. No es una cosa interminable, como sería la
pretensión del automatismo. Además, si uno piensa, los frutos literarios que ha
dado no han sido grandes. Como hipótesis es interesante, pero el inconsciente
no es todo el hombre.
FL/JBC - Durante la sucesión de dictaduras que constelaron la historia
argentina, ¿cómo fue vivido el postulado surrealista que proponía unir el
``cambiar el mundo'' marxista en el ``cambiar la vida'' de Rimbaud?
EM - No había una actitud política uniforme como en el grupo francés, que
participó con proclamas y declaraciones ideológicas, y hasta con afiliaciones
al Partido Comunista. O las relaciones de Breton con Trotsky y las tomas de
partido ante la cuestión argelina. Yo creo que la Argentina ha sido siempre un
país lleno de hechos surrealistas, pero nunca se les adscribió un significado
político.
FL/JBC - ¿En qué medida la figura de Lautréamont incidió en ese movimiento
poético?
EM - Creo que su influencia en el surrealismo fue enorme: todo el poder de
la imaginación, el poder blasfematorio, de liberación absoluta, de belleza
formal, y una metáfora completamente distinta. Pero en realidad, no se le tuvo
en cuenta como poeta rioplatense. Sí, claro, sentimos el orgullo de su
cercanía. Como ustedes saben, hay una hermosa traducción de Pellegrini de Los
Cantos de Maldoror y el psicoanalista Pichon-Riviére hizo una serie de
investigaciones sumamente interesantes, donde sugiere que el sitio de Montevideo
(durante la Guerra Grande) habría incidido en la formación de Lautréamont.
Está también Laforgue, otro franco-uruguayo, un poeta importantísimo. Y sin
embargo, en Argentina tampoco se le ha prestado demasiada atención. Y eso que
tenemos a Lugones, que es un poeta absolutamente laforguiano.
Es curioso que haya poetas europeos, como Aimé Cesaire y Saint-John Perse
-nacidos en el Caribe-, en los que sí se siente la fuerza del trópico, el
espacio americano, aunque escriben en francés. Y tal vez haya algo en Lautréamont
de haber sublimado en su obra la violencia de ese momento tremendo de la
historia rioplatense.
FL/JBC - Desde Las cosas y el delirio hasta Los últimos soles vibra en su
obra ese ``estado de furor'' expresado en uno de sus poemas. ¿Cómo se cuida un
poeta para no ser un corrupto?
EM - Yo creo que la poesía es una forma de vida. Dentro de una sociedad
siempre opresiva, de estructuras morales rígidas, consumista, donde los únicos
valores parecen ser los del poder, a través del dinero y de las influencias
políticas, el poeta persigue otra cosa: la realización total del ser a través
de la poesía. Y aunque ésta no tenga la difusión que merece, va a llegar
siempre a quien tenga que llegar. Aunque sea el último ser, en el sitio más
remoto, si la necesita, le va a llegar.
Yo no he tenido una vida rigurosa. De muchacho he navegado y vivido en
varios lugares del mundo. No sé muy bien de qué he vivido. Parecería que el
poeta tuviese siempre que disculparse, si trabaja o si tiene hijos. Como si
tuviese que vivir caminando por el techo, como las moscas.
Además, uno ya está comprometido con todo su ser en la poesía, más allá
casi de la voluntad. Yo soy más bien solitario, tímido. No he tenido una
actuación pública. A veces le digo a mi mujer que soy un desastre, porque no
consigo capitalizar mi experiencia. Siempre estoy a partir de cero, cometiendo
los mismos errores.
FL/JBC - ¿Es acaso esa misma ``torpeza'' para desenvolverse en la vida
cotidiana lo que hace posible la dimensión poética?
EM - Puede ser. Aunque sea una sensación subjetiva, vivo la vida con
pasión. Creo que el poeta es alguien que tiene un sentimiento exaltado de la
existencia. Yo tengo un cierto pánico. Lo digo en un texto (``La bella
pasajera'') en el que la vida y la muerte no son poderes enemigos. La condición
humana es tan absurda, entre una nada y otra, y el misterio de ese hecho. Por
eso para mí, cada instante de la vida es un instante de la muerte. Tengo ese
sentido un poco animista del mundo. Para mi toda la realidad parece un poco
sacralizada. Por eso me gusta mucho el Brasil. Qué país extraño. Tan violento,
tan cruel, y sin embargo no existe el sentimiento de la muerte. Hay una
religiosidad muy particular. Pese al catolicismo oficial, existe un
imperialismo mágico brasileño que se está expandiendo por toda Sudamérica: el
culto Umbanda. Aquí, en Buenos Aires, está lleno de terreiros...
FL/JBC - ¿Qué relación existe entre obra y experiencia poética? ¿Son
inseparables?
EM - Yo siento que hay ciertos poetas que acentúan el aspecto intelectual
de la poesía. De manera lúcida, despojada, casi totalmente mental. La
Argentina, específicamente, ha dado ese intelectualismo que no hay en otros
países de América. Podría hablar de Juarroz, de Girri, del mismo Borges.
FL/JBC - ¿Y Lugones?
EM - Creo que Lugones es más animalesco. Tiene otra fuerza. No se pone tan
lúcidamente sobre el concepto. Considero que la poesía no tiene que dividir al
hombre en intelectual o inconsciente, sino conservar la integridad del ser. La
poesía tiene que nacer, no de ideas intelectuales sino de vivencias profundas.
Volviendo sobre la escritura automática, a veces me parece que es una
aventura en el lenguaje, pero fuera de las circunstancias existenciales del
poeta. Hay dos caminos en la poesía: uno es Baudelaire y el otro es Mallarmé.
FL/JBC - ¿Y usted con cuál se identifica?
EM - Con Baudelaire, naturalmente.
Suplemento La Jornada Semanal, 16 de febrero de
1997Banda Hispánica
http://www.jornaldepoesia.jor.br/bh8molina.htm